La noción de juego, valga la redundancia, juega un papel decisivo en el arte de las posvanguardias. Tras la épica (arquetípica) de los expresionistas y la angustia informalista surge una sensibilidad pop que rompe la barrera entre alta y baja cultura imponiendo, en cierto sentido, un materialismo irrisorio o humorístico. Se trataría de tomar en serio el juego sin perder el carácter transgresor del mismo pero sin convertir a lo lúdico en una panacea emancipatoria. Desde los años cincuenta hasta los ochenta, esto es, desde la época del despegue de la nevera comercial hasta el posmodernismo de microondas se despliegan una serie de comportamientos artísticos en los que cada jugada merece ser analizada como si fuéramos árbitros de un partido de fútbol americano que tienen la posibilidad de utilizar la repetición de la jugada para tomar la decisión de si se ha producido el touchdown.
Entrevista de Javier Fuentes y Antonio Hidalgo.
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